viernes, 8 de octubre de 2010

BORRADOR ENSAYO: OCCIDENTE, MEDIO ORIENTE Y MUNDO ISLÁMICO

Se vive de perplejidad en perplejidad. En una rápida sucesión para la historia una real aceleración se sucedieron el 11 de Septiembre en los Estados Unidos, las guerras afgana e iraquí, los atentados de Madrid y Londres, los estallidos sociales en Francia, el dramático cambio de la ecuación energética por el precio del crudo y, más recientemente, el triunfo de Hamas luego de la retirada israelí de Gaza y la indignación por las caricaturas de Mahoma. De sorpresa en sorpresa, los países centrales, el primer mundo, las grandes potencias o como se las quiera llamar Occidente, por ejemplo sólo atinan a reaccionar torpemente. Un capítulo aparte merecería el análisis de la invasión a Irak, al cual le hemos dedicado más de una página. Europa, por su parte, parece descubrir nuevas dimensiones de un mundo y una realidad con la que convive en contigüidad geográfica y cultural desde siglos.

¿Faltó estudio, análisis, previsión, inteligencia? Sólo intentar un listado del material intelectual disponible es tarea ciclópea. No fue esa la carencia. Tampoco faltaron avisos apocalípticos ni lamentos de Casandra. ¿Qué entonces? Occidente las comillas tienden a justificarse: cada vez parece menos firme el criterio que lo define muestra decisiones ideológicas sesgadas y una perplejidad alarmante. Se sorprende y lamenta por casi todo, pero al mismo tiempo parece incapacitado para entender y actuar oportunamente, para estar delante de los acontecimientos y no tras ellos. Un caso patético es el reciente triunfo electoral de Hamas, harto previsible por el profundo y terminal desprestigio de toda la clase política palestina corrupta e ineficaz hasta la médula. Hasta el debate ulterior sobre qué hacer con Hamas pierde relevancia. Quien predica seriamente la democracia a ultranza comenzando por las elecciones no puede luego repudiar su resultado cuando no le satisface. Asimismo, es sabido que una vez llegados al poder todos cambian, aun los más recalcitrantes. Es necesario, sí, ayudarlos a que lo hagan en el buen sentido, en lugar de cerrarles todas las opciones. En otras palabras, a Hamas habrá primero que tolerarlo; luego, contenerlo y al fin convivir con él hasta que se adecue o pierda el poder por incompetente. La historia ha demostrado en todo tiempo y lugar que, como en la química de Lavoisier, nada se pierde, todo se transforma. Por ende, Occidente deberá intentar vías y propuestas que tengan en cuenta la nueva e irreversible realidad política palestina. Será duro y difícil, pero inevitable.
La cuestión islámica ha dejado hace tiempo de ser una mera curiosidad para Occidente. En primer lugar, ocupa ya desde hace buen tiempo el primer puesto en la atención mediática, lo que implica una influencia cada vez más profunda sobre la opinión pública en los mayores países de Occidente. Asia se ve menos afectada por esta cuestión. No se trata sólo del terrorismo, o mejor dicho, no consiste nada más que en la amenaza de la violencia que el terror supone. Estados Unidos y Occidente en general parecen estar perplejos y no atinar siquiera a comprender que existen algunos aunque sean una minoría del total de más de 1200 millones de musulmanes que confronten tan abierta y radicalmente una doctrina básica predominante, que parecía menos discutible todavía que la democracia y el capitalismo, esto es, que religión y Estado religión y política conviene que permanezcan separadas como realidades diferenciadas.

Para colmo, en este punto no hay coincidencia neta dentro de la civilización occidental misma, al existir notable diferencia en el criterio y la conducta política de los Estados Unidos donde predominan los neoconservadores, inclinados a teñir de religión las decisiones políticas y Europa, donde el laicismo y una suerte de pos cristianismo llega a rechazar no sólo la conjunción entre política y religión, sino también la trascendencia religiosa en la vida individual de las personas. Conviene aclarar que no necesariamente una cultura pos cristiana pueda ser definida como atea. Se trataría, en todo caso, más de una crisis de instituciones que de una crisis del sentido espiritual de la existencia.

No resulta extraño que en Occidente algunos medios de comunicación puedan burlarse abiertamente de los símbolos del Islam. Lo hacen también con el cristianismo, y se abstienen de hacerlo con el judaísmo porque es políticamente incorrecto, por ahora. Por otra parte, en el mundo islámico se ven ridiculizaciones mediáticas del judaísmo, y en menor medida del cristianismo.



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